MIRAR ATRÁS
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El 12 de noviembre de 1986 fui conduciendo hasta Barcelona para ver el primer concierto que Peter Hammill hacía en España. Era en un antiguo salón de baile, Salón Cibeles, un lugar hermoso, que en mi recuerdo sitúo en una calle con poca iluminación, a pesar de ser muy céntrica, rozando la Diagonal con Paseo de Gracia. Hasta allí llegué con el tiempo justo con mi viejo Renault 5, que mi buen amigo Chema Peralta -unos cuantos años mayor que yo- me había regalado muy poco antes, porque él iba a poder por fin comprarse un coche nuevo. Mi querido amigo y guitarrista, que era junto con su hermano Pedro en la batería, el espejo donde nos queríamos mirar todos los músicos en Zaragoza, me regaló mi primer coche y una buena dosis de libertad a mis 22 años.
La impresión que me causó aquel concierto, en el que Peter Hammill actuaba con su guitarra y su piano, fue enorme, un descubrimiento en mi vida que me provocó un sentimiento muy profundo. Deseé llegar a ser algún día tan mayor como él de ese modo, sobre un escenario, donde poder transmitir con canciones tantas cosas vividas, completamente solo, despojado de todo. Recuerdo que el silencio del público, mientras interpretaba cada una de sus obras, era sobrecogedor; recuerdo que molestaba el ruido de los hielos al ser puestos por el camarero desde una pequeña barra en el fondo y pensé: Cuánto me gustaría alcanzar algo así.
Unos años después la vida me concedió la fortuna, con mi grupo Distrito 14, de abrir en dos ocasiones un concierto de Hammill, la primera en Zaragoza en 1992, y la segunda en el recordado Festival Luna Lunera de Sos del Rey Católico en 2004, en un concierto en el que él regresaba a los escenarios tras haber estado tiempo retirado después de un infarto. Allí se reunió público venido de toda Europa y del otro lado del océano.
Cuatro años después, en 2008, teniendo yo 43 años, terminó la larga historia de Distrito 14 y ese fue también el final de mi presencia habitual en los escenarios desde que era un niño.
Desde entonces permanecí retirado del directo, excepto para presentar en dos o tres conciertos el que fue mi primer disco en solitario en 2015. Quería dedicarme a cuidar de mi hijo, a estar presente al máximo en su vida durante toda su infancia y adolescencia y esa fue la mejor decisión que he tomado en mi vida. No estaba dispuesto a alejarme de él, de mi mujer, de casa. Aunque nunca en todos estos años he dejado de escribir y componer.
Pero en 2017 sentí que me gustaría que mi hijo, que ya tenía 11 años, me viera actuar al menos en una última gira y que conociera cómo había sido mi vida sobre los escenarios, así que organicé la que iba a ser mi despedida definitiva, una despedida en la que me iban a acompañar él y Susana, mi mujer. Al final esa idea acabó siendo una vuelta al mundo juntos, tocando solo con mi guitarra, primero en Paris, después varias actuaciones en Japón y como cierre una actuación en el LAMC de New York.
Un año después surgió la oportunidad de regresar, juntos los tres a Japón, para actuar de nuevo solo con mi guitarra en ocho conciertos a lo largo del país. Para mí lo importante era que nada me alejara de mi mujer y mi hijo, y fuimos para allá en una gira inolvidable.
Ahora todo ha ocurrido por casualidad. En estos meses pasados me han propuesto tocar en un par de ocasiones algunos amigos, entre nosotros, de modo privado. Una de ellas en una cena donde nos reunimos cada año los viejos amigos del barrio. Y al ensayar en la soledad de mi casa, al ir seleccionando una a una entre las canciones compuestas a lo largo de mi vida, tanto con Distrito 14 como en mi disco en solitario, he sentido una emoción tan grande que nunca, de este modo, la había sentido en mi vida.
He tenido un año difícil de salud, la música ha sido siempre mi mejor medicina, mi hijo y mi mujer quieren y me piden que regrese al que siempre, desde niño, ha sido mi mundo. Creo que por fin me he hecho tan mayor como soñé aquella noche del 86, viendo a Peter Hammill en el Salón Cibeles de Barcelona.
Siento que mi momento de cantar y contar, ha llegado.
(Fotografía hecha por Simón Aranda)
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